Cientos de niños duermen a la intemperie en terminales
de buses o en rutas sin fin entre Antofagasta, Colchane, Iquique y Arica,
constataron periodistas de la AFP en un gran recorrido por la región
Fuente: El Nacional
De la mano de su
padre, Julio, de 11 años de edad, llega al norte de Chile tras completar una
travesía arriesgada que arrancó en Venezuela y le llevó por 5 países de
Suramérica. Está cansado y asustado, como cientos de venezolanos que cruzan a
diario la frontera en busca de refugio.
«Yo lo que
quiero es ver a mi mamá y llegar ya», dice tímido Julio, que acaba de cruzar a
Chile junto a su padre en Colchane, en la frontera con Bolivia, en pleno
altiplano.
Por delante
tienen el desierto de Atacama. Más de 100.000 kilómetros cuadrados de suelo
árido, una tierra yerma de 1.600 kilómetros de largo y hasta 180 kilómetros de
ancho.
La historia de
Julio es la de cientos de pequeños que duermen a la intemperie en terminales de
buses o en rutas sin fin entre Antofagasta, Colchane, Iquique y Arica,
constataron periodistas de la AFP en un gran recorrido por la región.
«No veo a mi
mamá desde que tengo 5 años, hasta ahora solo videollamadas», dice Julio, con
frío y sed, tras una viaje de 12 días lleno de sustos. Padre e hijo salieron de
Caracas con más recursos que otros migrantes, lo que les permitió viajar en
autobuses hasta Bolivia a un costo de 1.400 dólares.
Pero aún les
faltan casi 2.000 kilómetros para llegar hasta Karina Alvarado, la madre del
niño que sigue sus pasos nerviosa desde Santiago, quien debe enviarles dinero
un par de veces más.
Niños y adultos
caminan por pueblos y carreteras con bolsos al hombro, la mayoría con bebés en
brazos y otros con mascotas.
«Le llevo el
niño a la mamá a Santiago, y (vamos) con nuestro compañero Beethoven», dice
Jesús Ruiz, que viaja con Benjamín (10) y un perro grande, su gran compañero de
vida.
Chile es el
tercer destino de la región de los 5,5 millones de personas que han partido de
Venezuela, sumida en la mayor crisis política y económica de su historia
moderna, el segundo éxodo actual más importante del mundo después del sirio. El
país ha recibido a 460.000 venezolanos, una cifra solo superada por Colombia y
Perú, con 1,8 y 1,1 millones respectivamente, según Acnur.
Estigmas
El 25 de
septiembre un grupo de chilenos en Iquique protestó contra migrantes
venezolanos instalados en el espacio público y quemaron su ropa, juguetes,
cobijas y tiendas de campaña donadas por organizaciones locales y vecinos.
«Hechos de esta
naturaleza no surgen por generación espontánea, sino que se los alimenta con el
discurso que asimila migración a delincuencia, criminalizando a los migrantes a
ojos de la población local», advierte el relator especial de la ONU sobre los
derechos humanos de los migrantes, Felipe González Morales.
«Pero por unos
pocos dañados no van a juzgar a todo un país», dice Jenny Pantoja, de 34 años
de edad, quien espera una ayuda que le prometió un grupo de vecinos en Iquique
para viajar a Santiago con sus cinco hijos, un nieto, el padre de los niños y
un yerno.
«Le agradecemos
a Carabineros en la frontera porque ellos nos prestaron carpa para dormir y en
realidad ellos están haciendo un trabajo muy bueno con los venezolanos, que
Dios los bendiga», dice sobre la policía chilena.
Barricadas
Una barricada
con piedras bloquea una parte de la ruta desde Colchane a Iquique. «Dame agua,
por favor», suelta uno de los jóvenes. Son 12, todos piden ayuda, se suben por
la fuerza en camiones.
Cerca del paso
fronterizo en el altiplano, Gregory, un vendedor de 26 años de edad y otros 9
venezolanos, más jóvenes que él y que se conocieron en la ruta desde que
salieron de Venezuela, pasaron la noche alrededor de una fogata para enfrentar
el frío de -3ºC a 4.000 metros de altura.
En otro tramo
del desierto, una familia de Maracaibo con dos niños de 7 y 5 años y un bebé de
2 meses, camina al borde de una ruta en la zona industrial La Negra de
Antofagasta.
Hace mucho calor
y hay pequeños tornados de arena. Un camión se detiene y acepta llevarlos hasta
Coquimbo, 862 kilómetro al sur.
«Lo único que sé
es que son gente como usted y como yo. Yo los veo con sus bebés y pienso en el
mío», dice a la AFP el camionero.
González Morales
explica que las familias venezolanas huyen de una grave crisis humanitaria y
asegura que es imprescindible brindarles protección internacional.
Entrar a Chile
En el hito
fronterizo con Bolivia, el cabo Sánchez luce estoico en su guardia pero se
quiebra al describir esos días duros, en que llegan mujeres con muy poco y con
recién nacidos con frío.
Casi un
kilómetro más adelante un oficial de Carabineros saluda entusiasta a un grupo
de migrantes: «¿Cómo están? ¿Mejor el ánimo para hoy?». Les dicta los
procedimientos para registrarlos, darles bebida caliente, comida donada y
albergarlos en refugios.
Algunos vienen
directo desde Venezuela, pero muchos vivían en Colombia, Ecuador o Perú. Todos
quieren trabajar en Chile, donde aseguran que hay más trabajo y se vive mejor.
En Arica, límite
con Perú, el mayor de Carabineros Patricio Aguayo explica en un patrullaje
fronterizo que buscan interceptar traficantes de personas, y que su misión es
resguardar a los migrantes y darles apoyo.
Cae la noche y la patrulla detecta a un grupo de siete venezolanos. Bajo los focos del vehículo quedan paralizados, se abrazan, muestran pánico, mientras Aliegnis, de 10 años se aferra a su mamá, rompe en llanto y suplica para que la dejen entrar a Chile.
No hay comentarios: